En el umbral de lóbrega caverna
y a las purpúreas luces del ocaso,
surge, acechando del viajero el paso,
invencible y mortal, la Hidra de Lerna.
Mientras se extasía su maldad interna
en mirar esparcidos al acaso
cuerpos de piel brillante como el raso,
torso viril o ensangrentada pierna;
Hércules, coronado de laureles,
repleto el cárcaj en el áureo cinto,
firme en la diestra la potente maza,
ante las sierpes de viscosas pieles
detiénese en mitad del laberinto,
fulminando en sus ojos la amenaza.
Julán del Casal (1863-1893)
Imagen de cabecera: Hércules y la Hidra de Lerna de Gustave Moreau
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