domingo, 23 de febrero de 2020

Tatuajes




Como prometiera, Ciro Reznik continúa aportando sus microficciones a La pluma en la sangre.

Soñó que el tatuador sonreía al decirle lo que quería que grabara en distintas partes de su cuerpo, y que se encogía de hombros y se ponía a trabajar guiándose por imágenes digitales e impresas.
Las manos primero, de un lado y del otro.
Luego los pies, en plantas y empeines.
Después la frente, bajando casi hasta las cejas.
Por último la hendidura roja, a un costado del vientre.
Diez tatuajes en una sola sesión. Sin nada de dolor, apenas un cosquilleo agradable en alguno de ellos.
Y en el mismo sueño, al quitarse los apósitos, el trabajo perfecto, las heridas del Hijo como si las hubieran infligido verdugos romanos en lugar de haber sido grabadas.

Y ya despierto, la sangre manando de los sitios en que fueran soñados los tatuajes y un dolor de cauterio en cada uno, insoportable...


Ciro Reznik

Imagen: Lamentación sobre Cristo muerto, de Pieter Paul Rubens.


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