Vista, tras larga espera, La piel fría.
¡Sí que se hizo desear! De no ser por la generosidad de un amigo, seguiría esperando, especulando, cargándome de expectativa. Mal negocio para película y espectador.
Si no estoy mal informado, La piel fría, como tantas otras películas, no se estrenó en la Argentina. ¿Por qué? Vaya a saber uno por dónde pasa la decisión de una distribuidora de cine para estrenar o no una película en una ciudad, un país o una región. ¿Buenos Aires no? ¿La capital sudamericana del fantasy no? ¿Una ciudad donde H. P. Lovecraft tuvo tal aceptación que la Biblioteca Nacional es una de las cuatro o cinco bibliotecas del mundo que puede jactarse de haber contado con una ficha del Necronomicon, libro prohibido que fuera en realidad una impostura de Lovecraft para apuntalar sus historias sobrenaturales? ¿Donde, según Louis Pauwels, Tolkien era festejado con frases murales pintadas por estudiantes de su universidad más prestigiosa? ¿Ciudad, para redondear, que vio nacer a Borges, uno de los más conspicuos autores del género fantástico? Por mala praxis en sus estimaciones, a menos que no fuera venal la razón por la que decidió no estrenarla aquí, lamento decirle a la distribuidora en cuestión que se perdió un gran negocio.
La piel fría fue dirigida por el francés Xavier Gens, cineasta que tiene en su haber otras películas de rasgos fantásticos o terroríficos. Está basada en el libro homónimo del escritor catalán Albert Sánchez Piñol, interesante ejercicio literario donde confluyen autores clásicos como Verne y Stevenson, sazonados con elementos del mundo pulp de los años '30 en la línea de Lovecraft, Robert E. Howard y, en menor medida, Clark Ashton Smith, los inefables tres mosqueteros de la mítica revista norteamericana Weird Tales.
En la novela de Sanchez Piñol, los hechos se desarrollan vertiginosamente, con escenas violentas que aceleran el pulso del lector. El planteo es simple, tan simple que resulta envidiable, al menos para este modesto articulista. Un meteorólogo joven, escapando de una realidad que no le gusta, busca la soledad de una isla en los mares del sur. Hay en ella un farero, poco menos que un Nabucodonosor marítimo, un exiliado de sí mismo. Juntos resistirán en el faro, convertido en erizada fortaleza por este último, el asedio de una raza anfibia con rasgos humanoides decidida a matar a los forasteros. Las razones -aunque bastaría la intrusión humana para explicar el empecinamiento de los sirénidos-, se sabrán con el correr de las páginas.
Hasta ahí la historia en sus hechos; no mucho más, salvando el final un tanto previsible.
Pero también hay lugar en la novela -y esto es lo interesante, aparte del placer estético que proporciona- para la exploración conradiana de la humanidad e inhumanidad de sus personajes, entregados en ese escollo austral a su lucha despiadada contra los humanoides anfibios que hubieran hecho las delicias de Lovecraft. Hay mucho de Kurtz y de Marlowe en ellos, mucha de la tortuosa filosofía desplegada por Conrad en El corazón de las tinieblas.
La película de Gens, desgraciadamente, se queda en la piel de lo ocurrido en la novela. Salvo alguna omisión y la acertada alteración de los nombres de los personajes (al respecto, la "inventiva" de Sánchez Piñol resulta insultante para el lector, con juegos nominales ridículos como Batis Caffó -escisión de batiscafo- o Aneris -inversión de sirena-), la acción discurre como en la novela pero se queda en eso, a pesar del intento de Gens de darle cierto empaque metafísico con observaciones en off que no pasan de decorativas.
Creo que estamos ante un buen ejemplo de lo que puede y no puede el cine con su fasto visual y sonoro frente a la introspección que permite la literatura, además de la sucesión de imágenes de las que siempre el lector se siente coautor. ¿Y quién podrá mejorar la película que filma el lector a medida que lee? Nadie, a menos que su Narciso interior tenga un mal día.
Cine y literatura no son lo mismo ni lo serán jamás.
Vaya para Gens, a pesar de su elección y esfuerzo, una linterna sorda.
Daniel Milano
Imagen: fotograma de La piel fría.
Cierto. Nunca será igual. A favor del cine puedo decir que a veces logra plasmar historias interesantes que el autor no pudo construir y no pasan por eso de mediocre literatura. De cualquier modo entre un medio y el otro para mí nada nunca superará a un buen libro.
ResponderBorrarInteligente y sensible como siempre. ¡Gracias!
Borrar