miércoles, 5 de febrero de 2020

Vampirismo



Todo sucede con la celeridad y el desorden de los sueños.

Alguien corre para salvar su vida, recoge unos papeles del piso y se los lleva al cuello herido.

Un caballero pisa con la contera de su bastón esos mismos papeles y lee con dificultad algunas palabras -niña, conde, loco-  y lo que parece un nombre propio en una lengua extraña: Drácula.

Dos hombres salen de un edificio y se dirigen a una berlina que aguarda en la calle. El primero, un flaco de impecable levita y galera aparatosa, parece apurado; el que lo sigue a escaso metro y medio, lleva una cartera entreabierta de la que se escurren unos papeles manuscritos que van a dar a la vereda.

Dos gotas de sangre caen de ninguna parte sobre los papeles y desaparecen en ellos sin mancharlos…


* * *

Armo el puzle en un santiamén. (Santiamén...¿me persigno por escrito para protegerme de esos retazos oníricos?)
Henry Irving y Bram Stoker, en ese orden, salen del Lyceum Theatre una tarde de 1894. De la cartera del segundo caen unas hojas personales de un libro que, sin saberlo, prepara para la posteridad. Toman la berlina y salen del foco del sueño.
Un caballero ocioso repara en las hojas caídas; con la curiosidad indolente propia de los de su clase, fija con su bastón una que la brisa mueve levemente y lee lo antedicho. Cae la tarde, se nubla el texto; el hombre sigue su paseo con esa palabra incómoda en la boca: Drácula.
En un callejón cercano, dos malvivientes intentan asesinar a alguien en un ajuste de cuentas. Pero la cosa sale mal y el agredido consigue escapar. Corre como si lo persiguiera el diablo.
Sin embargo, no ha podido evitar recibir un corte en el cuello que, no obstante su levedad, sangra copiosamente. Encuentra las hojas escritas a pocos metros de donde cayeran, hace un bollo con ellas y se las lleva al cuello a modo de compresa. Un momento antes, al agacharse para recogerlas, dos gotas de sangre han caído sobre las hojas y desaparecido en ellas sin dejar rastro.
En la lógica gótica del sueño, el hombre herido tiene la sangre y los segundos contados.

Daniel Milano  

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